Ábrete telón de rojo azabache,
encenderos luces luciérnagas, abridme el camino al mundo de los sueños, donde
soy el dios que lo crea todo: a los villanos más mal vados, a los príncipes más
apuestos y los besos más hermosos. Pero telón, no temas esa altura, pues cuando
bajes, serás el escudo de los aplausos de aquellos que con sus ojos violarán mi
mundo y, después, serás dejado en la oscuridad del descanso de las
luciérnagas... hasta que un nuevo dios... decida traer su mundo. No temas, esa
oscuridad, no es eterna. Es meramente una ilusión, como la vida de los poetas,
como la existencia de los fantasmas…
¡Callad, os digo!, no enturbiéis
mis oídos, fantasmas del último asiento, puedo oíros. ¡Oíd como mi movimiento cautiva vuestros
sentidos!
¡Callad os digo malditos!
Pues vuestros aplausos rompen mi silencio
¡Callad os digo!
Solo, un instante nos separa del inicio…