Ábrete telón de rojo azabache, encenderos luces luciérnagas, abridme el camino al mundo de los sueños, donde soy el dios que lo crea todo: a los villanos más mal vados, a los príncipes más apuestos y los besos más hermosos. Pero telón, no temas esa altura, pues cuando bajes, serás el escudo de los aplausos de aquellos que con sus ojos violarán mi mundo y, después, serás dejado en la oscuridad del descanso de las luciérnagas... hasta que un nuevo dios... decida traer su mundo. No temas, esa oscuridad, no es eterna. Es meramente una ilusión, como la vida de los poetas, como la existencia de los fantasmas…
¡Callad, os digo!, no enturbiéis mis oídos, fantasmas del último asiento, puedo oíros.  ¡Oíd como mi movimiento cautiva vuestros sentidos!

 ¡Callad os digo malditos!
 Pues vuestros aplausos rompen mi silencio

¡Callad os digo!
 Solo, un instante nos separa del inicio…


A un Primo con el que vi las maravillas del teatro desde la mas joven de las edades, el día que uno de los dos desaparezca las lagrimas de nuestros rostros no serán mas que el veneno que nuestro cuerpo es incapaz de conservar, por el dolor de los años que nos vieron unidos puede que desaparezcamos en el tiempo, pero estas palabras y tu trabajo como director quedaran escritas en los albores del tiempo.

Anthony B. para Pedro D. Yanguas